Minds Psychotiques

- Tsk… ¡Quieres callarte! –le dijo una chica de pelo agua cristalina.
Esta cogió al pobre chico por el cuello, y lo empezó a estrangular hasta poder notar que este ya no se movía más. Lo dejó tirado al suelo y le empezó a dar patadas hasta que sus nervios se calmaron un poco. Se empezó a reir alocadamente, cogió un palo de beisbol y le empezó a destrozar el rostro hasta poder contemplar todo un charco de sangre.


Os estaréis preguntando… ¿Por qué hace eso? Pues desde pequeña que tiene un trauma bastante grande. ¿Cuál? El siguiente:
Hijomi, era una niña alegre, simpática, muy abierta, y tenía una preciosa cabellera de un color agua, un color agua cristalino… Realmente precioso.
Aun siendo así, sus padres, lo cual los quería mucho, no paraban de pelearse, siempre, antes de irse a dormir, podía oir el lloro de su madre mientras que su padre le estaba riñendo sin parar. Oía cosas, que no tendría que haber oído, muchos insultos, o algunas frases parecidas a estas: ‘’Quién manda aquí soy yo, y nadie más. Tu no eres NADA, ¿de acuerdo?’’ o cosas peores…

Una noche, pude ver de reojo, como su padre estaba manchado de sangre y su madre tirada en el suelo, acompañándole un charco enorme de color carmesí…
- Ahora, a por la niña… -dijo su padre riendose y agarrando bien el cuchillo.
Hijomi, asustada, se escondió en un pequeño armario, en el sótano, pudo oir pasos que se acercaban, cada vez eran más fuertes, y más, y más… Pudo notar un bate de béisbol a su lado, lo cogió y se preparó para darle, de repente su padre abrió la puerta, y rápidamente le dio en la cabeza y este cayó en el suelo insconciente. Hijomi siguió dándole en la cabeza hasta poder ver su cara destrozada, como hizo con su mamá.

Por eso, siempre lleva el bate de béisbol consigo. Cuando está tranquila, se comporta correctamente, pero cuando se enloquece, es cuando empieza a matar a la gente sin control.

Lo que nadie sabe, es que existe una pequeña empresa, que se dedica a adoptar a chicos con traumas para así, cometer los crímenes. Hijomi pertenece a esta. Le tienen una habitación propia, con cuarto de baño y todo. Ella es ‘’feliz’’ ahí.
Por eso, el director, hace que los jóvenes adoptados, le llamen ‘’padre’’

Una mañana, Hijomi se encontraba sentada en su cama, con el bate apoyado en la pared y esta mirando fijamente al suelo. Un misterioso señor la llamó, le abrió la puerta y le guió hasta el despacho del director. Picó en la puerta y la abrió.
- ¿Quería algo, padre? –dijo Hijomi sentándose en una de los sillones que habían allí mientras empezaba a juguetear con un mechón de su pelo.
- Necesito que me hagas un pequeño favor –dijo el director, mientras encendía un cigarro.- Resulta que, hace poco, un empresario llevaba un misterioso maletín, en el cual le hicimos unas fotos, y pudimos descubrir que en el contenía bastante dinero.
- Ya lo pillo, ya. Quieren que le siga y le maté. Coger el maletín y volver, ¿no? –dijo rápidamente levantándose y colocándose bien su falda azul.

- Exacto, hija mia… -le respondió el director mientras apagaba la colilla del cigarro.- Oh, se me olvidaba, tendrás un compañero en este caso.
- Bien, ¿y quién?
- Será Kei
- Ya veo. Está bien, padre, prometo que traeré ese maletín sano y salvo… -dijo mientras se iba a su habitación.

Cuando iba en camino, se encontró con Kei, esta le dijo todo lo que el directo les mandó hacer y este asintió con la cabeza. Salieron del edificio, lo cual estaba escondido en un callejón sin salida. Hijomi observó la foto y se fue hacia la empresa donde ese señor trabajaba. Finalmente, a las 17:45 pm pudieron ver al empresario salir con el maletín. Kei y Hijomi lo siguieron disimuladamente hasta al fin llegar a un pequeño edifico de… No más de tres pisos. Este entró y observaron como se dirigía hacia el último piso.
- ¿Qué te parece si esperamos hasta la noche? –le propuso Kei meintras se sentaba en un banco y cruzaba de brazos.
- Si, me parece bien… -dijo Hijomi sentándose al lado de este. Se cruzó de piernas y empezó a jugar de nuevo con un mechón de pelo.

Esperaron hasta las 22:53 pm. Entonces, con una orquilla que tenía Hijomi guardada, consiguó abrir la puerta de abajo y la del piso. Pudieron ver como el hombre estaba con su pijama, sentado en un sillón algo viejo mientras tenía leche caliente al lado. Este se asustó y se escondió debajo de su cama. Hijomi, con su carácter psicótico, cogió un palo un cuchillo de la cocina, de esos, para cortar pescado y empezó a matarlo mientras que Kei cogió el maletín y lo abrió.
- Que gusto poder matar… ¡Me encanta! –dijo Hijomi lamiendo la sangre.
- Hijomi… Creo que ya podemos irnos… -le dijo Kei sacándole el cuchillo mientras le mostraba el maletín con dinero.
Esta se quedó maravillada al ver tantos billetes ahí. Cogió de nuevo el cuchillo, lo lavo para no dejar pistas y lo dejó tal cual lo encontró.

Se fueron rápido de allí. Disimuladamente se dirigieron hasta el callejón donde se encontraba la empresa. Entraron y rápidamente se dirigieron hacia el despacho de su padre.
- Ya lo tenemos, padre –dijieron Kei y Hijomi al unisonó.
- Perfecto hijos mios… Muchísimas gracias –contestó el director cogiendo el maletín y abriéndolo.

Estos dos hicieron una pequeña reverencia con la cabeza y se fueron directos cada uno hacia su habitación. Kei se despidió de Hijomi y esta hizo igual. Hijomi se dirigió al baño, se quitó la ropa y se metió en la ducha. Cuando acabó, se sentó en la cama aun con la toalla puesta. Suspiró y se puso el pijama.